En
el lenguaje común, el grafiti es el resultado de pintar textos
abstractos en las paredes de manera libre, creativa e ilimitada con
fines de expresión y divulgación donde su esencia es cambiar y
evolucionar buscando ser un atractivo visual y con un alto impacto, como
parte de un movimiento urbano revolucionario y rebelde; por lo tanto,
una pintada política no se considera un grafiti como tal. El grafiti se
realiza de manera espontánea, veloz, en lugares públicos, y en algunas
ocasiones se mantiene el anonimato.
El grafiti, además, es catalogado como uno de los cuatro elementos básicos de la cultura hip hop.
Historia del Graffiti
El
graffiti –término que proviene del italiano sgraffio, ‘arañazo’–, ha
existido desde el principio de la historia del hombre. Pinturas como las
de las cuevas de Lascaux, en Francia, se grababan en las paredes con
huesos y piedras, aunque el hombre enseguida anticipó las técnicas de la
plantilla y el spray, al crear siluetas soplando polvo de color en sus
manos mediante huesos huecos. Se han encontrado fragmentos de arcilla de
la Grecia antigua en los que se habían grabado textos, y las
excavaciones de Pompeya revelaron una gran cantidad de graffiti, que
incluían eslóganes electorales, dibujos y todo tipo de obscenidades.
En
1904 se lanzó al mercado la primera revista dedicada al graffiti de los
lavabos: Antropophyteia. Más tarde, durante la II Guerra Mundial, los
nazis utilizaron las pintadas en las paredes como parte de su maquinaria
propagandística para provocar el odio hacia los judíos y disidentes.
Sin embargo, el graffiti también fue importante para los movimientos de
resistencia como método para hacer pública su oposición. Un ejemplo de
ello fue La Rosa Blanca, un grupo de estudiantes alemanes que a partir
de 1942 manifestó su rechazo a Hitler y a su régimen a través de
panfletos y pintadas, hasta que sus miembros fueron detenidos en 1943.
Durante las revueltas estudiantiles de las décadas de 1960 y 1970, los
manifestantes expresaron sus puntos de vista mediante pósters y
pancartas. Los estudiantes franceses recurrieron con frecuencia a la
técnica del pochoir (término francés para designar el graffiti realizado
con plantilla), precursora del actual movimiento del stencil (graffiti
con plantilla).
El
graffiti actual comenzó a desarrollarse a finales de la década de 1970
en Nueva York y Filadelfia, donde artistas como Taki 183, Julio 204, Cat
161 y Cornbread empezaron a pintar sus nombres en paredes o en las
estaciones del metro de Manhattan. La particular estructura de Nueva
York, en la que los barrios más degradados de Harlem se encuentran al
lado del glamour del mundo de Broadway, parece haber sido el caldo de
cultivo de los primeros artistas del graffiti, reuniendo en un mismo
lugar tanto culturas como grandes diferencias de clase. Se trataba de
una especie de batalla contra los agentes del poder y de una salida de
la pobreza y del gueto. Cornbread, por ejemplo, se hizo famoso por
pintar con spray su tag (la llamativa firma de un escritor) en un
elefante del zoo. A través de estos pioneros, nació el graffiti
americano, y se extendió a lo largo y ancho del mundo arrastrando tras
de sí a miles de jóvenes.
Al
principio, los artistas del graffiti utilizaban con frecuencia su
nombre real o sus apodos, pero pronto comenzaron a aparecer los primeros
seudónimos. Debido al exceso de nuevos artistas que blandían sus
nombres por toda la ciudad, necesitaban nuevas formas que resaltaran su
trabajo. Los tags se hicieron cada vez más grandes, hasta que
aparecieron las primeras ‘piezas’ (abreviatura de masterpiece1) en los
trenes de Nueva York. Muchos de estos artistas buscaban la fama, ya
fuese pintando más trenes o las mejores obras. Otros, como los que
trabajan con plantillas o los artistas de la calle, deseaban comunicarse
con el transeúnte o dar forma a su entorno sin ningún tipo de
restricciones.
Seen,
Lee, Dondi (RIP), Stayhigh 149, Zephyr, Blade e Iz the Wiz, se
convirtieron en héroes gracias a la cantidad y calidad de su obra. En un
principio, los artistas del graffiti se centraron en los trenes, porque
viajaban alrededor de toda la ciudad y los veían diariamente millones
de personas. A mediados de la década de 1980 se afirmaba que no había ni
un solo tren que no hubiese sido pintado de arriba abajo, al menos una
vez. Esta situación cambió hacia 1986, cuando las autoridades de Nueva
York tomaron medidas para protegerlos de los graffiti colocando vallas
alrededor de las estaciones y limpiando los trenes de manera regular.
Al
mismo tiempo que las pintadas de Nueva York viajaban por toda la
ciudad, el fenómeno del graffiti se extendía por todo Estados Unidos y
llegaba a casi todas las ciudades. Pronto, los trenes se convertirían
también en un objetivo en Europa. Por la misma época, se celebraban las
primeras exposiciones en Amsterdam y Amberes. Los graffiti empezaron a
aparecer prácticamente en todas las ciudades europeas desde principios
de la década de 1980, aunque en Amsterdam y Madrid se había alentado un
movimiento del graffiti más temprano, que tenía sus raíces en el punk.
Sin embargo, sólo con la llegada del hip-hop se produjo el auténtico despegue del movimiento del graffiti europeo. La mayor parte del graffiti en este continente estaba basado en el modelo estadounidense, que sigue siendo el más popular actualmente. Con el hip-hop, el graffiti se introdujo en casi todos los países occidentales u occidentalizados y llegó posteriormente a lugares más lejanos. Asia y América del Sur entraron más tarde, pero su cultura del graffiti está creciendo de una manera exponencial y han alcanzado ya un nivel muy alto, sobre todo América del Sur.'
Grafiti: ¿arte o vandalismo?
¿Arte contracultural?
¿Arte por amor al arte? ¿Arte o vandalismo? Según la investigadora María Paula
Giglio, marplatense y pionera en el estudio de las problemáticas sociales
contemporáneas, sería mejor preguntarnos qué es lo que hace que un grafitero
pinte sobre un muro cuando sabe que al rato puede estar tapado, rayado o
repintado; o que la mayoría de los transeúntes no lo miran; o que pinte sobre
la basura que deja el hombre ordenado, purista, moderno.
“Por lo general, en
las grandes ciudades las personas se trasladan de un lugar a otro, no recorren sus
calles sino que sólo las transitan. Los grafiteros, en cambio, las habitan.
Para ellos, las paredes son lienzos para ser pintados. Los lugares pasan a ser
significativos según sus posibilidades de apropiación a través de la pintura, y
según puedan ser mirados. Sus obras van desde la simpleza de dejar la huella en
los muros, es decir, su firma, hasta la producción que combina grafitis muy
elaborados de distintos autores. Desde lugares privados o públicos, sin permiso
o con permiso, hasta lugares abandonados; todos son espacios significativos”,
asegura Giglio.
En su opinión, “los
grafiteros se reconocen como sujetos urbanos, ‘son en la ciudad’ y no eligen
cualquier lugar: lo observan y planifican estrategias; ven aquello que otros no
ven, pero buscan que lo vean; piensan en la mirada del peatón, ese otro sujeto
urbano. Piensan en los efectos que quieren lograr y en la posibilidad de
mostrar su arte. La mirada del grafitero, su luz, permite ver las porosidades;
su lectura permite ver la diferencia. Es lo que lo hace tan particular, ver
aquello que para otros es invisible”.
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